90% de los ecuatorianos defiende al dólar como moneda; sin embargo, tras 22 años de ser adoptada, hay luces y sombras del proceso. En esta entrevista, su artífice explica cómo fue

QUITO – En 1998 y 1999, el Ecuador vivió una de las peores crisis económicas, sociales y políticas de su historia. En este contexto, en el que la devaluación de la moneda y la hiperinflación casi llevan al país a convertirse en un Estado fallido, sumado a una extrema liberalización financiera que condujo a la especulación y a una posterior crisis de entidades bancarias, en enero del 2000 se tomó una de las decisiones más trascendentales en la historia económica del país: dolarizarlo.

Desde hace 22 años, Ecuador es el único país dolarizado de Sudamérica y 90% de sus habitantes defiende al dólar como moneda. Pero si bien hoy se puede hablar de la estabilidad y beneficios que trajo esta decisión, no se puede olvidar que fue traumática y dolorosa y que en el camino muchos sufrieron.

El expresidente Jamil Mahuad fue el artífice de proceso. Su gobierno, que apenas duró 17 meses, vio como única salida la dolarización ante una inmanejable situación económica.

¿Fue un acierto hacerlo? ¿Lo volvería a hacer? ¿Se arrepiente de algo? ¿Cuál es el futuro de la dolarización? En esta franca conversación con Bloomberg Línea, Mahuad contesta a estas interrogantes y explica las razones, los aciertos y desaciertos de haber cambiado el sucre por el dólar.

UNA DECISIÓN RÁPIDA PERO NO APRESURADA

Doctor Mahuad, 22 años después de que el país se dolarizó, ¿qué evaluación personal tiene de este de este proceso?

La evaluación es muy positiva, por varias razones. Primero, porque lo que fue una decisión de política económica se ha transformado en una política pública estable y, tras 22 años de estar dolarizados, es una política de Estado. En un país tan inestable como el Ecuador, tan variable, tan volátil… haber creado una política de Estado, como también lo es la paz con el Perú, es algo excelente.

Segundo, por los resultados económicos. Ecuador tiene la inflación más baja de América Latina, la ha tenido por muchos años. Hoy tenemos la segunda inflación más baja después de la inflación de Bolivia. Tener una inflación de menos de un dígito cuando yo recibí un país con una inflación de 50%, y subiendo, es un logro.

Luego, por el impacto social. Es decir, al eliminar las depreciaciones de la moneda y eliminar la inflación, el salario de las personas se mantuvo y como efecto de eso se convirtieron en sujetos de crédito, compraron automóviles, luego casas, es decir, fortalecimos una clase media incipiente. Adicionalmente, hemos clavado un ancla importantísima. La dolarización ha sobrevivido a seis presidentes, a todo tipo de crisis, a gobiernos socialistas del siglo 21…

«Y aun cuando la popularidad de (Rafael) Correa estaba en el pico, el dólar era más popular que él. Ese gobierno tomó muchas decisiones que hubieran destruido a la dolarización y la dolarización se comportó como un corcho, se mantuvo a flote en ese tsunami.»

¿Cómo ve el cambio en la percepción de la dolarización? Fue un proceso que inició con rechazo y ahora casi 90% de ecuatorianos la respalda. Sin embargo, este cambio se produjo con un gran costo político…

Desde hace algunos años atrás vi que más del 90% apoyaba esa medida que yo la tomé incluso contra la opinión del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial, de muchos macroeconomistas ecuatorianos. Fue una decisión muy valiente y riesgosa, pero funcionó como la habíamos previsto.

Se repite mucho que a la gente no le gusta el cambio, lo que a la gente no le gusta es afrontar los riesgos, las pérdidas. En el Ecuador la gente ya usaba dólares en sus transacciones diarias, el 70% de la economía estaba dolarizada. Entonces, ¿qué era más fácil? ¿desdolarizar el 70% o dolarizar el 30% que faltaba? Una vez que empezaron a usarlo y vieron los beneficios, como ya no hay el miedo a las pérdidas, sino el beneficio de las ganancias, se ponen a favor y la defienden.

Hay una frase de su libro Así dolarizamos al Ecuador que dice que la dolarización se tomó con rapidez, pero no de manera apresurada. ¿Esto quiere decir que la dolarización no fue una decisión de última hora como mucho se ha dicho?

Un grupo decía que por qué se demoró tanto y otro grupo que por qué se apresuró tanto si todavía no estaba listo. Pero la decisión no fue apresurada, porque estaba muy bien estudiada, pero sí fue rápida. Lo hicimos tan pronto como pudimos, pero no se hubiera sostenido si es que no cumplía con tres requisitos fundamentales para cualquier política pública se sostenga en el tiempo: primero, fue técnicamente correcta; segundo, fue socialmente aceptada; y, tercero, fue políticamente viable. Sin una de esas tres patas, la dolarización se caía.

Si era técnicamente mal hecha, no sobrevivía; si la gente la rechazaba, no sobrevivía; y si la élite política no hubiera hecho un acuerdo mínimo para mantenerla y para pasar las leyes en el Congreso que la volvieron posible, tampoco hubiera subsistido.

Irremediablemente se vincula el congelamiento de las cuentas bancarias que se dio en 1999 con la dolarización que entró en vigencia en el 2000. Estos episodios fueron realmente traumáticos para la población…

Cuando la gente está en un dolor muy grande (el congelamiento bancario), el dolor es tan grande que no deja espacio para la reflexión. Y en el sufrimiento, muchos buscan alguien a quien culpar y, normalmente, se busca a alguien que está arriba y más aún si esa persona ha tomado la decisión, como fue en mi caso. Entonces, es imposible explicar comunicacionalmente una decisión que la gente siente que la ha hecho sufrir.

«La pregunta correcta no es si es que el congelamiento produjo sufrimiento, la pregunta es ¿cuánto más habrían sufrido si es que no se congelaba?»

Porque lo que ocurría era que las personas tomaban los sucres, compraban dólares y mandaban los dólares afuera; teníamos fuga de capitales y el dólar subía todos los días… se devaluó 40% en 20 días y lo que los expertos recomendaban no funcionaba, porque cuando la población entra en pánico, los incentivos racionales de la macroeconomía no funcionan.

Eso fue terrible. Por no tomar decisiones a tiempo, por un Congreso que nos ataba las manos, por gobiernos que incrementaron el déficit, llegamos a un punto en que nos cayó el tsunami encima. Ventajosamente, el congelamiento fue por unos meses y se eliminó, pero la dolarización sigue. En la balanza entre el tiempo y los beneficios, sin duda hay una gran ventaja para la dolarización.

EL CAMINO AL DÓLAR

Si la idea de la convertibilidad se había tenido incluso años antes de que usted llegara al poder, ¿por qué no se lo hizo? Usted dice en su libro que fue por un tema populista, ¿pero cree que si se hubiera hecho antes hubiera sido mejor para el país?

La dolarización como convertibilidad fue planteada en el gobierno de (Abdalá) Bucaram, pero en ese momento no tenía ninguna viabilidad política, no tenía ningún apoyo y como el presidente cayó, quedó ahí. Si las élites ecuatorianas -y no me refiero solo a las políticas, económicas, sociales y sindicales- fueran capaces de conversar más y enfrentarse menos y llegar a acuerdos mínimos, las decisiones deberían tomarse a tiempo.

«Solo cuando nos pudimos poner de acuerdo pudimos dolarizar. No lo podíamos hacer antes porque, además, había que hacer una limpieza de todo el sistema bancario que solamente la pude hacer cuando contratamos auditorías internacionales que limpiaron el sistema.»

Muchas personas dicen que por qué no dolarizamos antes de limpiar el sistema bancario y eso hubiera sido de una irresponsabilidad supina, porque no habríamos sabido en qué tipo de escenario estábamos entrando.

¿Qué fue lo que al final disparó el proceso? Porque todo empezó a pasar muy rápido y esa percepción de premura aún persiste…

En el caso del Ecuador caímos en la tormenta perfecta porque tuvimos problemas en la economía real; el Ecuador tenía más o menos el 80% de las exportaciones en cuatro productos: petróleo, camarón banano y pesca y El Niño destruyó tres de ellas: el banano, el camarón y la pesca; quedamos dependiendo del petróleo y el petróleo cayó a US$ 7 por barril. En esos momentos, ¿qué hace un país para superarlos? Pide préstamo en el exterior. La deuda le permite hacer un puente, pero coincidió que en ese momento (98-99) tuvimos la crisis económica de Asia del Este que empezó en el tercer mundo y, como consecuencia de eso, se cerraron los mercados.

Cuando yo entre a la Presidencia teníamos la deuda más alta en relación al PIB de América Latina, porque ya no éramos sujeto de crédito.

«Tuvimos inclusive que caer en default, por todo eso la situación fue imposible de manejar y adicionalmente porque no tuvimos un solo dólar de apoyo de las instituciones internacionales, el Fondo Monetario postergó las decisiones, ponía más condicionamientos, fue totalmente inflexible. Entonces, sin dólares, con hiperinflación, con macro devaluaciones y sin apoyo, vimos que no podíamos aplicar un típico programa de ajuste, teníamos que inventar un nuevo paradigma y nos fuimos por la dolarización: primer país en el mundo que lo hizo.»

Usted habla mucho de los mitos que se han tejido sobre la dolarización, ¿cuáles considera que son los principales?

Cuando dolarizamos todo eran teorías, decían que se van a afectar las exportaciones, pero hoy sabemos que las exportaciones ecuatorianas crecen. Este momento en muchas partes nos estudian porque quieren entender cómo lo que pasó contradijo tantas presunciones que antes existían en círculos académicos.

Algo en lo que usted me insiste es en que la dolarización fue la mejor y única salida en ese momento, pero siempre se ha criticado la decisión, incluso en gobiernos como el de Rafael Correa el discurso contra usted se fortaleció…

Si alguien practicó linchamiento mediático fue el Gobierno de Rafael Correa: manipularon a los jueces, me han mantenido fuera de mi país por 22 años, no he podido defenderme como se debía porque no he podido estar allá. Es muy fácil hacer leña de un árbol caído y yo lo sufrí en carne propia.

«Correa se quejaba todos los días de la dolarización; sin embargo, no la cambió. Cambio la Constitución, cambió la Corte Suprema, tomó todas las decisiones que le dio la gana, ¿pero por qué no la cambió? Porque el dólar era más popular que él, tal vez en el Ecuador era lo único más popular que él y sabía que si lo tocaba iba a tener un revés político impresionante.»

Hizo muchas cosas para que la dolarización se cayera sola. En uno de los años de esa presidencia, el porcentaje del gasto público como porcentaje del PIB superó el 40%, es decir, todo lo contrario a la dolarización, pero ella sobrevivió.

EL FUTURO DE LA DOLARIZACIÓN

 ¿Cómo ve usted hoy la economía del Ecuador? ¿Cuál es el destino de la dolarización en una economía que sigue teniendo problemas similares a los de hace dos décadas?

 Imagínense el caso del paciente al cual le cambian el hígado, pero ha fumado toda su vida y entonces tiene los pulmones destrozados y además el corazón está débil. El hígado no le va a arreglar esos otros problemas, necesita un tratamiento general y eso es lo que pasa con la dolarización.

La idea de cambiar la matriz productiva primero hay que estudiarla bien, hay que hacerla bien y hay que tener paciencia para que dé resultados, es un proceso, pero cuando (en el Gobierno de Correa) se convirtió al Estado en el mayor gastador de los recursos que entraban a raudales por el precio del petróleo, fuimos a contracorriente de lo que debería haber sido hecho. Pero hay cosas positivas: los salarios permanecen ahí y las exportaciones ecuatorianas han crecido.

¿Qué puede pasar con la dolarización? ¿Se puede mantener a pesar de los gobiernos?

Hay siempre un riesgo. La dolarización es como un ser vivo que puede morir por falta de oxígeno, falta de comida y por falta de movimiento. El oxígeno de la dolarización son los dólares, si usted no exporta y no tiene dólares, ¿cómo vive? Segundo, necesita tener un sistema legislativo que le permita moverse, pero todo el esquema de control estatal limita el movimiento del sector privado, y tercero, si usted coge el dinero para el Gobierno, para pagar sueldos, en lugar de invertir más en el sector privado, entonces hay más riesgos.

Hay que volver sobre Correa porque estuvo 10 años en el poder. Es muy fácil tomar créditos a cualquier tasa de interés, con cualquier proveedor si el petróleo está alto, pero toca pagar esas deudas a gobiernos que tienen el petróleo bajo y ese es uno de los crímenes del populismo en América Latina y en todo el mundo.

¿Qué puede hacer el Ecuador para mantener la dolarización a pesar de los políticos de turno?

«Yo creo que el mejor escudo de la dolarización es que a la dolarización la cuida la gente. Ya pasó en la última campaña electoral, cuando el candidato de Correa (Andrés Arauz) dijo que iba a desdolarizar el país y se cayó tanto en las encuestas, tan rápidamente, que enseguida cambió el discurso. La gente la está defendiendo y eso es lo mejor que puede ocurrir.»

Ahora, obviamente, un país sin conducción política o con una conducción política terriblemente contradictoria, puede parecerse mucho a un pedazo de balsa en el océano y eso no es lo que un país necesita, un país necesita norte, rumbo, capacidad para que el Estado y el país avancen en ese rumbo trazado.

LA TRAMA POLÍTICA

En su libro usted explica que si bien su popularidad cayó cuando fue el congelamiento, con la dolarización subió nuevamente. Entonces, ¿a qué se debió su salida?

La razón de mi caída en popularidad fue el congelamiento, ¿pero por qué un presidente tomó la decisión así? ¿Porque le gusta ser impopular? Por supuesto que no, porque esa alternativa es muy dolorosa para esa persona y es dolorosa para el país, pero es menos dolorosa que no hacerlo. Hay momentos en que uno tiene que cortarse una mano para salvar la vida y a nadie le gusta perder una mano, pero es peor perder la vida.

¿Hubo algo que pudo hacerse de otra forma en ese momento?

«Yo debí ser más cuidadoso con todas las conspiraciones que se juntaron en el país para armar el golpe de Estado que terminó con mi presidencia, yo pensé que el sentido democrático estaba más enraizado en el Ecuador.«

Habíamos pasado un primer año de una inflación alta muy dura y luego se hubiera estabilizado la economía. Hubiéramos pasado por el dolor de la caída y también por el alivio de la subida, pero como se produjo la caída se nos cortó ese proceso.

Entonces usted atribuye su salida a temas más políticos que económicos…

Sin duda había una situación social muy complicada y muchas personas pescaron a río revuelto. Un día, un profesor de Harvard me dijo: “Cuando yo pregunto a gente del Ecuador cuál es la decisión de política internacional más importante de los últimos 50 años, me dicen que haber firmado la paz con el Perú; cuando pregunto cuál es la decisión de política económica más importante de los últimos 50 años, me dicen que la dolarización de la economía. Y cuando pregunto cuál es la decisión de política social más importante de los últimos 50 años, me dicen que es haber creado el bono solidario. Luego me dicen que las tres cosas las hiciste tú como presidente y al mismo tiempo me dicen que tú no puedes regresar al Ecuador, explícame eso”.

¿Cómo fue para usted sentir el rechazo de la gente hacia la figura política que representaba?

La parte política mía parece más un electrocardiograma, tiene unos picos y unas caídas, y yo tuve muchos momentos de gran popularidad, sin duda, por eso gané la Presidencia de la República, y luego nos caímos por el tema económico, por cosas que no podíamos controlar. Hay momentos de gloria y de desgracia, y eso es la vida, pero lo que debe hacer un jefe de Estado es tomar decisiones sólidas, bien fundamentadas y pensando en el beneficio de todos y los costos son los que hay que pagar, qué se va a hacer.

VOLVER A DOLARIZAR

Si usted tendría que volver a tomar la decisión de dolarizar al país, ¿lo haría?

«Sin lugar a dudas, más aún con todos los buenos resultados que ha dado, sin lugar a dudas.»

La economía del Ecuador ya no daba más, ya no podía arreglarse ajustando un poco la tasa de interés, ajustando un poco la devaluación, porque todo eso se había hecho y nada de eso estaba funcionando y entonces se puso el dólar como moneda.

En nuestro análisis no había manera de que en el Ecuador de ese momento pudiésemos crear una nueva moneda o algo que tuviera la misma credibilidad que el dólar, por eso pensamos que la convertibilidad no iba a funcionar en el Ecuador en ese momento y la descartamos.

¿Usted habría tomado igual esta decisión a pesar del costo político y personal?

Yo digo que sí. Yo puedo explicar lo que hice, puedo explicar las razones por las cuales lo hice, muchas personas me creerán, muchas no me creerán. Yo no puedo hacer nada para que me crean o no me crean, eso depende de ellas, no de mí, pero yo sé que actué pensando en los mejores intereses de mi país y de mi gente y que gracias a Dios el balance es favorable.